Las obras no salvan, solamente salva el sacrificio de Jesús, el hijo de Dios, en nuestro lugar. Como dice Gálatas 2:16, no justifican. Tampoco salvan, tal como indica Romanos 11:6. La salvación no viene por las obras, remarca Efesios 2:9. Las obras son la consecuencia de la transformación que se produce en nuestro interior aceptar a Cristo y su salvación.